Ingreso Académica Correspondiente María del Carmen García Tejera – 15/12/2010

octubre 22, 2015


“Miguel Hernández, como poeta del pueblo, supo que sus heridas eran las heridas de todos”

María del Carmen García Tejera ingresó este pasado martes como Académica Correspondiente de la Real Academia de San Dionisio

La Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras celebró el pasado martes día 15 de los corrientes –coincidiendo además con la celebración de San Juan de la Cruz, patrón de los poetas españoles- un homenaje implícito a otro renombrado, luminoso, desgarrado y ya mítico poeta: Miguel Hernández (Orihuela 1910-Alicante 1942), con motivo del primer centenario de su nacimiento. La sesión académica tuvo como protagonista a doña María del Carmen García Tejera, quien fue recibida como Académica Correspondiente de ésta de San Dionisio.
Precisamente María del Carmen García Tejera desglosó con voz maestra las heridas latentes en la poesía del genial creador de Orihuela. Pero hizo referencia a la directa comparativa con San Juan de la Cruz: “Dos poetas de registros muy diferentes, sí, aunque ambos tienen en común que sus creaciones poéticas manan de profundas heridas: en el caso del Santo de Ávila, la que le produce esa “llama de amor viva”, punto de partida de la unión mística del alma con Dios; en el caso del poeta oriolano, “la del amor, la de la muerte, la de la vida”, como pone de manifiesto en el poema que abre su Cancionero y Romancero de Ausencias”.

Presidieron la sesión académica el presidente de la Real Academia de San Dionisio Joaquín Ortiz Tardío, el presidente de Honor Francisco Fernández García-Figueras, el vicepresidente de Letras Antonio Murciano y el Secretario General Andrés Luis Cañadas. La ponente dictó un discurso preciso –muy poético por lo demás- porque “la vida y la poesía de Miguel Hernández se hallan profundamente imbricadas: su “vida tristísima de llaga” -surcada por todo tipo de penalidades, pero también abierta siempre a la esperanza-, está presidida por el amor a Josefina Manresa (novia, esposa y musa siempre), protagonista y destinataria de una de las colecciones de poemas amorosos de mayor calidad en la poesía española contemporánea. Un amor que, marcado casi siempre por la ausencia, va íntimamente unido a esas dos otras heridas -la vida, la muerte-, entrecruzadas en su poesía: una vida en continua lucha por la supervivencia personal, plagada de sufrimientos, dramáticamente golpeada por la Guerra Civil española, y dolorosamente quebrada por la muerte de seres muy próximos: la de sus amigos poetas -Ramón Sijé, Federico García Lorca…- y sobre todo, la de su primer hijo”.

Para García Tejera, “las heridas que surcan la trayectoria de Miguel Hernández no difieren mucho de las que marcaron -entonces y ahora- a muchos seres humanos; a cualquiera de los que lean estas líneas. Quizá uno de los rasgos que mejor define su quehacer poético es, precisamente, haber tenido plena conciencia de formar parte del pueblo, y de que sus heridas son las heridas de todos. Como poeta -como todos los poetas- sabe que tiene una misión que
cumplir: ser la voz de los sin voz para cantar sus alegrías o para denunciar sus carencias. Porque si el poeta ha nacido del y en el pueblo, deberá poner su voz al servicio del pueblo: así lo deja traslucir en muchos de sus poemas; así lo declara también en unas lúcidas reflexiones que dirige a su amigo y valedor Vicente Aleixandre”.