La Hermandad del Rosario: cinco siglos de devoción y patrimonio

junio 3, 2025

La conferencia de José Manuel Moreno Arana repasó desde la fundación hasta la transformación barroca, con especial atención al papel de los montañeses y al legado artístico de la capilla de la Archicofradía

Dentro de los actos por el 500 aniversario de la fundación de la Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario de los Montañeses, la Real Academia de San Dionisio albergó en la tarde del martes 3 de junio de 2025 una charla ofrecida por el doctor en Historia del Arte José Manuel Moreno Arana sobre los hitos más relevantes de la evolución histórica y del patrimonio artístico de la institución bajo el título «La hermandad del Rosario: historia y arte».

 

La conferencia se dividió en dos partes principales, correspondientes a ambas cuestiones. De este modo, como fruto de una investigación documental monográfica sobre la historia de esta hermandad, se fueron desgranando distintos hechos que han ido marcando su trayectoria a lo largo de los siglos, empezando por su fundación en 1525 y siguiendo con la aprobación de sus primeras reglas por el Arzobispado de Sevilla en 1581, los distintos cabildos organizados en el siglo XVII, la decisiva, y a veces conflictiva, integración en ella del gremio de montañeses a partir de 1735, la consiguiente etapa de esplendor, a la que le seguirá un periodo postración entre 1802 y 1851 o la reorganización producida ese último año.

Durante su intervención, Moreno Arana explicó que dicha conferencia nace como resultado de una investigación encargada por la Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario, centrada en el estudio jurídico e histórico de la entidad y su relación con la Orden Dominica. «Aunque la investigación original no abordaba el arte, hoy he querido incluir una segunda parte dedicada precisamente a ese aspecto, que es mi especialidad», apuntó, antes de repasar los antecedentes bibliográficos más relevantes sobre esta hermandad, como los artículos de Hipólito Sancho de Soprani (1918-1919) o la obra Montañeses de Jerez, de Ignacio Ruiz de Villegas.

El ponente estructuró su exposición en un recorrido cronológico desde el origen de la cofradía en el siglo XVI, cuando fue fundada en 1525 con el respaldo directo de los dominicos. Señaló que «la donación de un terreno en el convento para levantar su capilla evidencia el impulso inicial de la Orden como promotora de la devoción al Rosario». Sin embargo, las primeras reglas no fueron aprobadas hasta 1581 por el arzobispado de Sevilla, lo que marcó desde el inicio su dependencia canónica del ámbito eclesiástico.

A lo largo del siglo XVII, la hermandad atravesó un periodo de transición. «No se conserva documentación interna de esos años, pero sí escrituras notariales que prueban la celebración de cabildos y el ejercicio de derechos como los enterramientos en su capilla», explicó. Esta etapa culmina con una posible crisis institucional que dio paso, en el siglo XVIII, a un hito fundamental: la incorporación del gremio de montañeses en 1735. «Desde ese momento se inicia la documentación continuada de la archicofradía, y también comienza una etapa de esplendor, con reformas artísticas sufragadas por este influyente grupo», destacó.

No obstante, también hubo tensiones. En 1760, un conflicto con un fraile dominico por un entierro no autorizado generó un intento de escisión y la aparición de otras cofradías paralelas de montañeses. Finalmente, la reforma de las ordenanzas logró estabilizar la situación. Ya en el siglo XIX, la archicofradía vivió una fase de decadencia agravada por factores como epidemias, invasiones y desamortizaciones, hasta su reorganización definitiva en 1851, año en que adopta formalmente el título de archicofradía y se desvincula de la tutela dominica.

En cuanto a su dimensión artística, además de analizar distintas piezas pertenecientes a su rico patrimonio, el conferenciante puso un acento especial sobre la transformación que sufre su capilla en el convento de Santo Domingo a raíz de la llegada de los montañeses. La vieja construcción tardogótica se convierte a partir de entonces en uno de los grandes conjuntos barrocos de la ciudad gracias a la creación del actual retablo, de su camarín y de la monumental portada exterior. La intervención de artistas como los retablistas Agustín de Medina y Flores y Andrés Benítez, los escultores Diego Roldán y Jacome Vacaro o el pintor y dorador Salvador Rosillo fue trascendental para configurar un espacio sugestivo que transitará hacia las formas rococó.

Juan Salido Freyre, presidente de la Real Academia, fue el encargado de dirigir un acto que también contó con la presentación de Francisco Garrido Arcas, Académico de Número de la corporación jerezana.