Antonio Mariscal Trujillo conmemora el 40 aniversario en Jerez de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús
La sede social de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras ha acogido una ponencia que, si bien no forma parte en sentido estricto de la programación cultural del curso académico de esta docta casa jerezana, sí se integra en la serie de actos externos que de alguna fraternal manera son desarrollados en el salón de actos de la propia academia jerezana. Así ha acontecido con la conferencia que ahora nos ocupa y que, dictada por el académico Antonio Mariscal Trujillo, rindió homenaje a las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús (cuarenta años enseñando en Jerez en el Colegio de Montealto). Un aniversario celebrado con profusión de actividades a lo largo de todo el año en curso. Antonio Mariscal Trujillo fue presentado por el también académico y vicepresidente del Centro de Estudios Históricos Jerezanos Francisco Antonio García Romero quien cuajó un discurso donde los vasos comunicantes del rigor académico y de la fluidez afectiva constituyeron un muy aplaudido denominador común. Ante un auditorio abarrotado de público –en ciernes de sensibilidad abierta a las recordaciones del orador-, Antonio Mariscal sacó a relucir “su vena de historiador” para repasar con incesante fecundidad de datos alusiones al antiguo colegio de las Carmelitas, los comienzos en San Juan de Ávila allá por 1970 junto al Convento de las Mínimas, la indesmayable ayuda de José María Ruiz-Mateos, y así, seguidamente, recorrer por épocas bien diferenciadas el transcurrir histórico del célebre Colegio de Montealto. No faltó, en la voz de Mariscal Trujillo, el “testimonio directo de quien es padre de una monja” y sus consiguientes confesiones según la experiencia en primera persona del singular. El conferenciante amplió además el radio de acción de la comunidad educativa del Sagrado Corazón de Jesús y explicó grosso modo la labor de esta institución en España. Durante los últimos minutos de la alocución de Antonio Mariscal abundaron los pañuelos secando lágrimas de emoción entre el distinguido público que de esta forma respaldaba un acto ramificado de justicia en el tiempo.