El ciclo de conferencias históricas Jerez Siempre arrancaba en la Real Academia San Dionisio en la tarde del martes 16 de enero, y lo hacía en esta ocasión con un marcado vínculo con la conmemoración del 450 aniversario de la fundación de la Hermandad Sacramental del Santo Crucifijo de la Salud y María Santísima de la Encarnación.
De hecho, la hermandad jerezana se ha unido en esta ocasión a los habituales organizadores del ciclo, el Centro de Estudios Históricos Jerezano y la corporación académica. Juan Salido Freyre, presidente de la Academia, fue el encargado de la apertura de la sesión, mientras que José Miguel Merino Aranda, miembro de la comision organizadora, continuó con el turno de palabra para presentar el ciclo que se desarrollará hasta el 6 de febrero con cuatro conferencias.
Puestas las bases del ciclo en el salón de sesiones, fue Francisco Antonio García Romero, vicepresidente de Letras de la corporación, el encargado de realizar las respectivas presentaciones de Bruno Escobar Fernández y David Caramazana Malia, conferenciantes de la jornada.
Ambos profesores confeccionaron un relato, bajo el título «Dos miradas sobre San Miguel: su proyeccion urbana y su cultura festiva entre los siglos XVI y XVIII», en el que explicaron como las parroquias de Jerez de la Frontera fueron importantes dinamizadoras artísticas, culturales y económicas durante la Edad Moderna. En la ciudad ―que contaba a principios del siglo XVI con ocho parroquias―, la de San Miguel descollaba por encima del resto por el elevado número de su feligresía, lo que se traducía en riqueza; «majestad y ostentación» como señaló Fray Esteban Rallón, quien en su Historia de la Ciudad de Xerez de la Frontera, afirmó que, en el servicio del coro y el altar, así como en la solemnidad con que se celebraban los oficios divinos, San Miguel gozaba de «gravedad y grandeza al modo de las catedrales».
Su importante patrimonio artístico es ampliamente conocido y ha generado numerosos acercamientos por parte de la historiografía, pero la conferencia no se centró en él. Por el contrario, puso el foco en otras realidades que, aunque en parte dimanadas de la propia vida de la parroquia y su feligresía, han sido mucho menos estudiadas. Es el caso de las cuestiones urbanísticas que atañen al entorno de la parroquia y la importante actividad festiva que generó entre los siglos XVI y XVIII.
En primer lugar, abordaron el urbanismo de la collación de San Miguel, que es el resultado de múltiples factores, encontrándose entre los principales el desarrollo mismo de la feligresía de su parroquia a extramuros. La composición y procedencia de sus gentes explican buena parte de su estructura urbana y amplísimo desarrollo, pues llegó a superar en longitud a la propia ciudad amurallada a finales del siglo XVI. La distancia entre el núcleo parroquial y la plaza del Arenal, esta última en linde con la puerta del Real, fue uno de los ejes vertebradores de su entramado urbano entre la Baja Edad Media y la temprana Edad Moderna, contexto que se puede analizar desde 1459.
En consecuencia, San Miguel, llegó a desarrollar los nuevos preceptos urbanísticos de orden, limpieza y racionalidad de los espacios desde inicios del siglo XVI. Siendo dificultosa ―cuando no inviable― la ordenación urbana en la ciudad almohade heredada, este sector se concibió tempranamente como un campo de experimentación donde la oligarquía pudo llevar a cabo una traza planificada. En esta conferencia las conferenciantes expusieron brevemente el sello que pervive en el trazado de sus calles y espacios públicos, centrándose especialmente en la configuración de la plaza del Arenal, una de las plazas Mayores más interesantes del Quinientos.
Del mismo modo, dedicaron la segunda parte de la conferencia a abordar la vida festiva de la parroquia de San Miguel, apenas estudiada hasta la fecha. Manifestación efímera donde tienen cabida la música, la danza, pero también las artes visuales y la producción literaria, la fiesta se desarrollaba en un complejo proceso donde el espacio urbano de la ciudad era también un importante factor. Las procesiones de Corpus Christi y de Semana Santa fueron las principales celebraciones con proyección al exterior, pero Bruno Escobar resaltaba que no debían olvidarse las ceremonias litúrgicas más solemnes, o las brillantes misas de maitines de Navidad, donde cada año se estrenaban villancicos realizados ex profeso para la ceremonia. Además, San Miguel contaba con un importante instrumento para dar «ornato» a estas celebraciones: una Capilla musical integrada por cantores e instrumentistas que, de forma estable, concurrían a las celebraciones, así como un organista que acompañaba la liturgia.
También abordaron en la conferencia algunas celebraciones que han caído en el olvido o cuya celebración ha dejado de tener vigencia. Es el caso de las muy diversas procesiones a las que asistían los músicos de la parroquia, y algunas especialmente memorables, como la extraordinaria que organizó la Hermandad sacramental de San Miguel en 1760 para celebrar la finalización del sagrario de la Iglesia. Se abordaron especialmente las crónicas de estos hechos, así como la literatura generada en torno a la fiesta. Es el caso del «Romance del Sagrario de San Miguel» de Lucas Caballero (1760), o los villancicos de Navidad que parodiaban la vida cotidiana de la collación y narraban, por ejemplo, los saraos que se celebraban en Nochebuena en las inmediaciones de la Cruz Vieja.