El ciclo «Medicina y sociedad» 2021 llegaba a su fin con la conferencia «Coronavirus en personas mayores. Aspectos sociales» que ofrecía el Ilmo. Sr. Don Juan Carlos Durán Alonso, académico de número de esta corporación y médico geriatra en el Hospital Juan Grande de Jerez. Dentro de toda la crisis provocada por la pandemia, el asunto adquiere especial relevancia, pues las personas de edad avanzada han sufrido de manera muy importante las consecuencias de este terrible virus.
Tras la puesta en escena del Excmo. Sr. Don Joaquín Ortiz Tardío, presidente de la Real Academia de San Dionisio, y la presentación del Ilmo. Sr. Don Juan Salido Freyre, académico de número y vicepresidente de Artes de esta corporación de la Real Academia de San Dionisio, tomaba la palabra el doctor Durán para iniciar su exposición poniendo de relieve que la población mayor es la que está sufriendo las mayores repercusiones de la pandemia del coronavirus, con contagios más numerosos y más elevada mortalidad, afectando especialmente a los que viven en residencias geriátricas, donde la transmisión del virus ha sido mayor. Dos factores influyen en ello: las instalaciones, ya que conviven de forma estrecha compartiendo salones, comedores, gimnasios, salas de terapia, etc; y el perfil clínico de los residentes más vulnerables: edad avanzada, fragilidad, enfermedades crónicas y alto grado de dependencia. Las residencias no son hospitales, son recursos sociales que cuentan con apoyo sanitario para la atención de la patología crónica de sus usuarios, pero no están preparadas para atender una pandemia como la que estamos viviendo. Ello ha generado la necesidad de una mejor coordinación sanitaria, recibiendo el apoyo de Salud, llegando en muchas ocasiones a medicalizarse los centros.
Durante el tiempo que llevamos de pandemia, debemos diferenciar tres claras etapas: la inicial, la más grave, sobre la que tuvimos que diseñar planes de contingencia y sectorización para evitar la propagación. Una segunda etapa, en junio de 2020 de “Vuelta a la normalidad”, tras la cual en agosto sufrimos la aparición de nuevos brotes, ya con mayor conocimiento en su manejo y con nuevas pruebas que nos permitían hacer un diagnóstico y una actuación más rápida. Y la tercera etapa desde la vacunación hasta ahora, cuando estamos viendo un considerable descenso en el número de casos y en la mortalidad,
Ha sido un año muy difícil, en el que se ha tenido que priorizar la seguridad clínica y el aislamiento, para evitar la progresión de contagios, frente al acompañamiento y la sociabilización. Esto nos obligó a potenciar planes de humanización en los centros, ya que los profesionales han sido las personas de contacto de los residentes y han sido sus referentes. Se han potenciado videollamadas con tablets para mantener conversación y poder ver a la familia, y se han rediseñado espacios en residencias para adaptar la atención de grupos individualizados. La soledad es un enemigo para muchos mayores, peor incluso que el virus, siendo necesario permitir el acompañamiento de un familiar en situación de final de la vida, para evitar que fallecieran solos en las residencias. Desgraciadamente muchos profesionales también se han infectado y algunos han perdido su vida cuidando a los mayores en los centros geriátricos.Pero no sólo en las residencias han sufrido nuestros mayores las consecuencias de la infección, también se ha visto aumentada la soledad no deseada de mayores en sus domicilios. Para luchar con ella e intentar reducirla, han surgido y se han potenciado programas de voluntariado para atender a este colectivo, ayudándoles en sus tareas domésticas más básicas y acompañándoles.
En el aspecto psicológico son muchas las repercusiones de la pandemia en los mayores. En primer lugar destacaría el miedo y la inseguridad que ha generado: miedo a la enfermedad, a la muerte y a la soledad. Ha aumentado la prevalencia de ansiedad y de depresión en los mayores. Muchos han perdido el interés por todo. Los trastornos del sueño también son muy destacados durante la pandemia, por el mayor aburrimiento y somnolencia durante el día, no pudiendo luego dormir bien por las noches. Y este aislamiento ha cambiado todas nuestras costumbres y hábitos, y a los mayores la pérdida de contactos y relaciones les está afectando tanto física como mentalmente. Realizan menos ejercicio, caminan menos, acelerándose la pérdida de masa muscular asociada al proceso normal de envejecimiento, y tienen menos actividades mentales, apareciendo mayores pérdidas de memoria y de habilidades cognitivas. Esto último se ha visto muy acusado en los pacientes con demencia que no han podido acudir a los centros de día, y los familiares han sido testigos de cómo se ha producido un retroceso y empeoramiento en el curso evolutivo de la demencia.Por destacar algo positivo de esta temible pandemia, Juan Carlos Durán apuntaba a que ha sacado a la luz pública el problema con el que nos encontramos por el envejecimiento de la población. Es por ello que los gobernantes están siendo conscientes de la necesidad de recursos para afrontarlo. Los retos para los próximos años son la mejora en la asistencia domiciliaria y los cambios en el modelo residencial, más centrado en la persona objeto de cuidados, junto a una mejor coordinación social y sanitaria, que sin lugar a dudas hará que los mayores puedan disfrutar de una mejor calidad de vida.