Memorable intervención del “poeta fluvial” Carlos Murciano este pasado martes en la Real Academia de San Dionisio
El destacadísimo escritor y académico hizo gala de una memoria prodigiosa al recitar –desprovisto del sustento de folios ni esquemas en papel- un fecundo ramillete de sonetos tanto de su producción publicada como otros –hermosísimos- aún inéditos
Parafraseando al eximio poeta del grupo del 50 Ángel González, podemos consignar –sin asomo ninguno al equívoco- que Carlos Murciano es “un escritor de otra estirpe”. Su estilismo enseguida sobreviene en elitismo (literario). En fulgor poético. En alborozada adición lírica. La intervención que protagonizó el pasado martes en la tribuna de oradores de la Real Academia de San Dionisio supuso un superlativo deleite declamatorio cuyo magisterio –cuya cimentada espontaneidad- provocó los encendidos aplausos del auditorio en no pocas ocasiones. No se respondió la reacción del público a una afinidad corporativista ni de lejos: dígase que Carlos Murciano abordó su almario poético –su cosmovisión de la escritura como expresión del ser- desde la dialéctica de la memoria. De una memoria prodigiosa que anuló la presencia de cualquier folio o siquiera media cuartilla de esquemáticas directrices. Ni un sólo papel entre sus manos. Y ni una mínima errata ni tampoco el asomo del natural olvido en ninguno de los muchos sonetos que –la vista clavada siempre en la concurrencia- recitó sin apenas vacilación. La producción de Carlos Murciano anida dentro de su cerebro, en la grabadora de sus retinas, en la fértil fotografía de una garganta que no precisa de lectura en negro sobre blanco para encadenar los versos ya publicados durante fecunda trayectoria profesional.
Comenzó la sesión –presidida por el presidente titular de la Academia Joaquín Ortiz Tardío- con un minuto de silencio en memoria del Académico Numerario fallecido en dicha misma jornada Juan de la Plata Franco Martínez, tan apreciado por otra parte en la docta institución cultural jerezana. Ocuparon igualmente lugar en la presidencia el presidente de Honor Francisco Fernández García-Figueras y el vicepresidente de Letras Antonio Murciano González. En representación del Ayuntamiento asistió el concejal José Galvín, acompañado en la presidencia de Honor por el Académico de Número y vicepresidente de Ciencias Jaime Bachiller Martínez.
La Académica Correspondiente María del Carmen García Tejera tuvo a su cargo la presentación del ponente. Para definir a Carlos Murciano, María del Carmen García subrayó que “decimos poeta y decimos creador, hacedor, artista en suma. Alfarero de la palabra. Destacamos condición poliédrica de su creación. Gracias palabra por permitirme ser, dijo en una ocasión. Una aseveración que lo define perfectamente. Carlos Murciano no para de crear. El mismo ha definido que no fue un poeta precoz pero no cabe duda que ha sabido aprovechar muy bien el tiempo”. En efecto, y en palabras de García Tejera, “la calidad no está reñida con la calidad en Carlos. Como a Terencio, tampoco a Carlos Murciano nada de lo que atañe al ser humano le resulta lejano. La creación poética no tiene sentido si se queda enquistada en el corazón del poeta. Por eso él pone voz a quienes no la tienen. Los poemas de Carlos Murciano forman un todo unitario”.
Carlos Murciano es de los mejores sonetistas, “si no el mejor, que tenemos en la poesía española. Un poeta fluvial. Un poeta río llamado Carlos”. Seguidamente hizo uso de la palabra el poeta magistral. El poeta que domina su oficio. El poeta que sustenta su lenguaje en Dios, el tiempo, la muerte y el amor. El poeta que precisamente denomina a Dios “el gran mudo universal” para rezar, verso a verso, solicitando al Altísimo que oiga “a este hombre que te pide cuentas de tu silencio”. Memorable intervención de un escritor con letras capitulares. A la sombra de su luminoso verbo todos los asistentes el martes a la sesión de la Academia pudieron –acaso imaginariamente- detener el tiempo.