“El hombre es paradójico y dialéctico: es lo que es y lo que aún no es”
Felipe Ortuno Marchante dicta una ponencia magistral sobre “el escándalo de la Encarnación” en la Real Academia de San Dionisio
Brillantísima intervención del padre fray Felipe Ortuno Marchante, religioso mercedario y Académico Correspondiente, este pasado martes en la sede de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras. Bajo el llamativo título ‘El escándalo de la Encarnación. Modelo de antropología’, Ortuno dictó una ponencia de veras magistral que satisfizo sobremanera a la nutridísima concurrencia que –a pesar de los desapacibles asomos de lluvia- abarrotaron el salón de actos de esta docta corporación cultural jerezana. La fecundidad intelectual del conferenciante exponiendo bellísimos conceptos teológicos y filosóficos mantuvo intacta la unánime atención del público. Un trabajo expositivo –analítico, reflexivo- que traspasa y trasvasa los habituales cánones de una ponencia al uso para solicitar –en clara urdimbre de su inédita calidad ensayística- la pronta publicación (en libro impreso) de tan edificante estudio. Presidieron la sesión el presidente de la Real Academia de San Dionisio Joaquín Ortiz, el vicepresidente de Artes Juan Salido y el tesorero Juan María Vaca. El Académico Correspondiente José Luis Zarzana Palma tuvo a su cargo la sentida e incluso presentida –en conjunción a la amistad que une de antiguo a presentador y conferenciante- palabras de introducción curricular de quien enseguida –minutos después del inicio de su disertación- se hizo –coloquialmente hablando- con el auditorio.
Elegimos, muy resumida y espigadamente, varios fragmentos de la muy aplaudida conferencia de Felipe Ortuno:
- “Mi querido hermano, distinguido e Ilustrísimo cuerpo humano: Quiero que sepas que eres un ser dotado de eminente dignidad; y no por lo que de ontológico tengas, sino porque todo en ti es eminentemente digno y nada hay de ti que sea desaprovechable, como dicen las falsas religiones ideológicas de la espiritualidad pura. La dignidad en la persona comienza llamándose cuerpo, porque sin él, evidentemente, no seríamos nada. Yo no soy nada…sin ti. (Cfr. Carlos Días, Manifiesto para los humildes, p.47 ss.). Estábamos acostumbrados a las viejas filosofías griegas, a ese dualismo que desechaba esto tan palpable que somos por ideas abstractas y abstrusas hasta derivar en perversas ideologías de todo tipo, epicúreos y platónicos siempre enfrentados. Nos habíamos olvidado de la importancia que la corporeidad ha tenido siempre, desde los comienzos de la misma revelación hebrea en que la antropología estaba literalmente en la carne-basar, porque en ella ya se daba la auténtica respiración, nefes de Dios, y ya soplaba en la materia visible el viento, ruah de la trascendencia(Cfr. Juan Luis Ruiz de la Peña, Antropología teológica fundamental, pp. 23-24)hasta ese último estadio en el que el mismo Verbo se hace carne, cuerpo y alma, inhumanatio, hombre entero, incarnatio hasta sufrir nuestras servidumbres fisiológicas.Porque la sólo apariencia “valentiniana” y “gnóstica”.
- “Al hablar de Encarnación decimos y expresamos la carnalidad histórica, humana, visible, palpable, dominable, corruptible… del hombre. Este es el tema central de la teología, la filosofía y la ciencia… Hoy en realidad toda síntesis parte del hombre en lo que de ser es y en lo que en su proyección expresa, es decir, en cuanto arte, técnica, política y culturalmente sea… Este ser que es el hombre referido al Dios histórico, que es Cristo para los creyentes, lleva en sí las grandes metas a las que el hombre aspira y lleva en sí, paradójicamente, los grandes interrogantes que definen la insatisfacción ontológica del mismo ser humano (Ej.: … “angustia existencial ante la muerte”= Getsemaní). El hombre es el gran problema, la gran incógnita, el mayor reto de todos los tiempos…“me he convertido en un gran problema para mí mismo”, decía San Agustín. Y en verdad que en esta época, quizá más que en ninguna otra, el hombre sigue constituyendo el desafío mayor para todas las disciplinas existentes: ¿qué significa para sí mismo, qué riqueza tiene en su ser, qué captamos de ese yo en el que vivimos y somos cada uno de nosotros?”.
- “Tendríamos que entroncar con la historia del pensamiento global, con todos los métodos de acercamiento antropológico…San Agustín, Pascal, Kierkegaard, Heidegger, Sartre, San Pablo… Del Teocentrismo (E. Media) al Cosmocentrismo, del Antropocentrismo actual, con el derivado de todos los humanismos, a la Metafísica y la Lógica…Del hombre que piensa sobre el mundo, al estudio de los objetos que le circundan, que con Ortega compondrían el ser y sus circunstancias, del hombre que se pierde en sí mismo al hombre que se encuentra fuera de si, porque “el hombre está lleno de realidades que lo proyectan más allá de sí mismo”(Pascal)…Este hombre que “por ser inacabado en sí mismo, está llamado a perfeccionarse, perfección que busca como última y única” (Sto. Tomás) “…el hombre es una especie de horizonte de tiempo y eternidad, apartándose de lo inferior (tiempo) y acercándose a lo superior (eternidad)” (Sto. Tomás)”.
- “El hombre es paradójico y dialéctico, es lo que es y lo que aún no es, se siente imperfecto e inacabado, con posibilidad de autorrealización plena y abierto a lo que no es… y ahí es donde se va haciendo y actualizando, en el tiempo de sus propios determinantes físicos, con su naturaleza potencial(Zubiri) auto-proyectándose hacia la plenitud de sí mismo”.
- “Al decir Encarnación nos estamos situando en el tiempo histórico, es decir, en la dimensión existencial de la posibilidad del hombre, allá donde el hombre proyecta su futuro en libertad, rompiendo el determinismo heredado de la naturaleza dada… Decir Encarnación en clave creyente es lo mismo que decir: Dios cuenta contigo en la posibilidad de recrear el ser y el sentido de cuanto existe, en lo que tiene de creación y de recreación posible”.
- “Ahora bien, sigue el misterio: el hombre es un ser menesteroso, finito, contingente, no puede evadirse, y de su menesterosidad sigue pendiente su realización y subsistencia”.
- “La encarnación no se resuelve en la explicación conceptual de un sistema hegeliano, que nos puede servir metodológicamente para entender la realidad histórica, como lo ha hecho el materialismo marxista, pero que no aporta la inteligencia de sentido que se necesita para aceptar que Dios sea realmente en su propia Encarnación la totalidad del Dios a quien buscamos y el sentido al que tendemos. He ahí la gran paradoja y el gran escándalo que supone para el pensamiento humano la aceptación de la Totalidad en la realidad contingente de la Encarnación. Escándalo para los idealismos filosóficos y escándalo para los idealismos religiosos de todos los tiempos. Quizá escándalo para los idealismos emergentes en el mismo seno de la teología cristiana cuando dejan entrever influencia maniqueas y dualistas nada compatibles con la fundamentación a la que nos estamos refiriendo”.
- “La Encarnación es la hierofanía personal de Dios. El que viene de Dios entra en la entraña de la historia, asume su vida y sus miserias. Puede redimirla desde dentro en clave de entrega. Encarnación significa presencia personal. Allá donde se rompe la transcendencia inasible y toma en su ser la humanidad concreta, con su palabra, en su forma humana plena. No hay juego ni apariencia, es verdad en todo lo que de verdad humana hay en él. La encarnación encierra un mensaje concerniente no sólo a Jesucristo, sino también a la naturaleza y al destino de cada hombre(Cfr. L. Boff, o.c. p. 193)”.
- “Dios no es una idea, como podía haber dicho Hegel; ni se expresa en la hondura supra-material del alma o del espíritu, como podrían decir los neoplatónicos y/o gnósticos, sino en un humano concreto: Jesús de Galilea. Jesús es hombre (=un humano) individual, histórico. Un ser que necesita de los otros para nacer. Tiene madre, es hijo de la promesa, se sitúa en la historia de Adán, es decir en el contexto general de la historia de la humanidad. Lleva en su suerte la suerte de todos los seres humanos. En la Encarnación se cruzan todos los caminos de lo humano. Es el “universo concreto”: Dios no se ha expresado en un libro perfecto de misterios eterno (Toráh del judaísmo, Corán islámico), ni en la totalidad general del proceso cósmico, sino en Jesús, su Hijo, compendio y sentido de todos los seres humanos”.