Manuel Ríos Ruiz o el nominal discurso poemático de lo hondamente telúrico
El reconocido poeta y académico presentó este pasado martes en la Real Academia de San Dionisio la antología completa de toda su obra poética
Acto literario rebosante de tronío lingüístico, de metáfora siempre aflamencada, de nominal discurso poemático. La Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras organizó este pasado martes una sesión de clara resonancia telúrica: la presentación de la antología poética de Manuel Ríos Ruiz ‘Libros de poemas’. Una obra completa –íntegra e integral- que, en palabras del académico Andrés Luis Cañadas Machado, “viene a corroborar la madurez de este destacado escritor”. Una madurez, en efecto, que deriva en la consecución de la indivisible sabiduría de quien se sabe poeta a fuer de hombre. Hacía ya quizá demasiado tiempo que Ríos Ruiz no recitaba en su tierra natal. Larga espera que sin embargo desespera. Y este largo paréntesis –este silencio que precede a la semántica- se hizo notar en la concurridísima afluencia y confluencia de público que pobló el salón de actos de la docta casa jerezana. Anidaba en el ambiente, apriorísticamente, un sostenible clamor de maestría lírica directamente proporcional a la calidad –expectante, actuante- de este autor con creces premiado a nivel nacional. Profeta y aprendiz, interrogante abierto en la comisura del grito declamado, Ríos Ruiz incitó a la sonoridad del poema –“hágase el verso”- para enseguida adueñarse de un recital nimbado de hondura y confesión, de riesgo y desahogo en negros sobre blanco. Presidieron la sesión el presidente titular de la Academia Joaquín Ortiz Tardío, el vicepresidente de Letras Antonio Murciano y el Secretario General Andrés Luis Cañadas –quien compartió palabras de presentación junto a la escritora Josefa Parra-. No le falta razón al académico Manuel Ríos –flamencólogo de liturgia en llanto por soleá- cuando afirma que “el poeta debe incendiar su voz y arriesgar en las definiciones y en los conceptos”. Fue la suya una lectura poética cuajada de un fulgor idiomático envolvente y catalizador. Reencuentro del poeta con “este Jerez que siempre llevo conmigo”.